Seguro que alguna que otra vez, todos hemos sentido como se nos encogía el brazo justo en el momento de patear una bola más o menos importante. Técnicamente, lo que realmente pasa es que la musculatura principalmente implicada realiza un exceso de tensión (fuerza) que conlleva una retracción de las cadenas artromusculares correspondientes. Esta musculatura-principalmente-implicada incluye tanto los músculos protagonistas (flexores de los dedos, prensores de la mano, músculos del antebrazo y músculos del brazo) como los fijadores o estabilizadores (musculatura de la cintura escapular, musculatura tónico-postural de la espalda, el tronco y las piernas).
Este exceso de tensión y su consecuente “encogimiento” determina una ejecución incorrecta del gesto técnico. La repetición de éstos (calculad cuántos golpes realizais durante un dia de golf!... y multiplicad por tantos días a la semana, al mes, al año,…) conlleva la aparición de conocidas lesiones para los golfistas: epitrocleitis o codo del golfista, contracturas de los trapecios, tendinitis del bíceps y del supraespinoso, dorsalgias y lumbalgias.
Tanto desde el punto de vista de la biomecánica como de la medicina del deporte se puede considerar el gesto deportivo como una secuencia (infinita) de posturas. La postura antecede y prepara el movimiento; es la parte invisible del movimiento. Una postura correcta es el punto de partida de un gesto técnico correcto.
Por tanto, para mejorar nuestra técnica (y de paso, evitar la aparición de lesiones por sobrecarga) debemos empezar por mejorar nuestra postura. Para ello, lo mejor es ponerse en manos de un buen reeducador postural y/o un osteópata-posturólogo. Pero como que ellos no van a jugar por nosotros, dentro del campo podemos realizar nuestro pequeño “entreno postural”:
1. Dejar el estrés en el vestuario o incluso mejor en la oficina. Así de camino hacia el club ya podemos empezar a disfrutar de nuestro día de golf; seguro que el paseo o la conducción se hace mucho más agradable (menos agresiva) y la sonrisa ya empieza a aparecer en nuestro rostro; los problemas cotidianos se olvidan y dejan paso a unos momentos de desconexión, de no pensar en nada (es nuestra pequeña meditación) para poder concentrarnos en nuestro golf. Si no hacemos esto, llegaremos al campo con los trapecios contracturados, el brazo encogido, el diafragma espástico y la espalda rígida. ¿Quién puede jugar en estas condiciones (posturales)?
2. Cuando lleguemos al club, tenemos que ser capaces de captar su ambiente, su ritmo, su respiración “en este momento, aquí y ahora”. Y aprovechamos el tiempo que nos lleve hasta el campo (recepción, sala social, vestuario,…) para sincronizar nuestro ritmo interno con el externo. Esta toma de “consciencia y presencia” nos ayudará a relajar nuestra actitud y nuestra postura.
3. En el vestuario empieza nuestro entreno mental. Son momentos para la imaginación (entrenamiento imaginario). A medida que nos vamos vistiendo tenemos que “sentir” cómo vamos a pisar (ajuste del calzado), cómo vamos a respirar (ropa cómoda), cómo vamos a mirar (gorra), cómo vamos a coger los palos,… Todo esto nos preperará a nivel sensitivo y kinestésico y evitarà las típicas excusas de que me molesta el sol o no me encuentro cómodo con este o aquel palo.
4. Cuando pisamos el campo, lo primero que tenemos que hacer es enraizarnos, respirar y relajarnos:
4.1.Enraizarnos significa echar raíces; debemos imaginarnos que de nuestros pies y nuestro sacro salen raíces hacia la tierra y poco a poco nos sentiremos más integrados en el campo. Se trata de formar parte del campo, como si hubiéramos jugado en él toda la vida; nos dará seguridad y confianza en nuestras posibilidades de juego (para que no se nos vayan las bolas debemos tener los pies en el suelo y la cabeza en la tierra). Probadlo y experimentad cómo cambia vuestra postura!
4.2.Respirar significa dar vida a nuestro cuerpo; nuestro cuerpo enraizado debe ser ágil y hábil. La respiración tranquila, pausada, sosegada irá relajando nuestros diafragmas que son estructuras transversales que actúan a modo de cinturones que si están demasiado tensos obturan o dificultan el paso de fluídos (oxígeno, sangre,…) a cualquier parte del cuerpo y del sistema músculo-esquelético de manera que poco a poco irán apareciendo la fatiga, la contractura y el espasmo muscular, la rigidez articular y finalment el “encogimiento” postural. Simultáneamente al enraizamiento podéis realizar unas cuantas inspiraciones más o menos profundas acompañados de sendos suspiros (no soplar!) cuanto más largos mejor. Esto nos preparará energéticamente y ayudará a sentirnos más ágiles y habilitados para nuestro juego. Probadlo y experimentad cómo cambia vuestra postura!
4.3.Relajar significa dar el tono justo a nuestro sistema músculo-esquelético, ni demasiado hipotónicos ni demasiado hipertónicos. Se trata de calibrar cualitativamente la tensión de la musculatura implicada cuyas fibras tónico-posturales son las que nos mantienen de pie (enraizamiento) delante de la bola y se programan para preparar el movimiento ajustando (ya!) la dirección y fuerza del futuro impacto del qual son protagonistas las fibras fásicas (agilidad y habilidad). Esta coordinación intramuscular e intermuscular perfecta pide una concentración máxima que solamente se cumple cuando nuestro sistema artromuscular se encuentra en óptimas condiciones. Así seguro que mejoramos nuestro handicap!
5. Después sólo queda jugar y disfrutar. Son esos días en que “todo sale fácil” y no sabemos porqué (todo esto que os he explicado lo habéis realizado inconscientemente) hemos hecho la mejor tarjeta de nuestra vida. A partir de ahora, si lo hacéis conscientemete seguro que mantendréis una regularidad con línea de progresión ascendente.
Pero tenéis que trabajar vuestra postura:
- pies alineados con rodillas y caderas… que permitan trasladar fácilmente el peso del cuerpo de un lado a otro;
- espalda recta y en activación isométrica/excéntrica de la musculatura paravertebral… para poder controlar en todo momento el centro de gravedad del cuerpo (punto esencial de la biomecánica deportiva);
- diafragmas sueltos… para dar agilidad y habilidad al cuerpo;
- hombros “relajados”… para evitar el “encogimiento” de los brazos;
- brazos y manos “relajadas”… para no estrangular al pobre palo.
Ferran Trinidad
Osteòpata. Fisioterapeuta.
Llicenciat en Educació Física.
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